-maano-

¡Una mariquita en mi habitación! Con cuidado, la cogí y la puse en la palma de mi mano. Ella intentaba escaparse correteando pero yo jugué con ella un rato. Me divertía ver como cuando le cerraba el camino con mi otra mano, ella mostraba sus alas, como dándome a entender que si seguía así, ella no dudaría en marchar volando. Pero, por fin, se quedó quieta. Justo en el centro de la palma de mi mano. Como el corazón. Un corazón rojo salpicado de manchas negras. Un corazón que estaba vivo y que había sufrido. ¿Quién tendría un corazón intacto, sin heridas? Yo no. Me gustaría que no apareciesen esas manchas en el mío. Me gustaría cambiar lo que hice. Bea... Me gustaría poder recuperarla. La tenía. Ella me quería, pero yo, por idiota, la perdí. Por no saber cuidarla y mimarla. Bea.... Era la chica a la que más quería, la única por la que latía mi corazón. Un corazón manchado como aquella mariquita. El pequeño animal, sintiendo mis negros pensamientos, desplegó sus alas y se fue volando por la ventana. Lo mismo haría con mi corazón. Lo dejaría volar libre. Necesitaba cambiar de aires. Necesitaba olvidarse de Bea. ¡Y quizás encontrase a otra princesa que ocupase el trono vacante! ¿Quién sabe? Los caminos del amor son inescrutables.

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